El señor Balboa (abuelo) tenía un nieto desalmado al que, un día, tuvo que echar de casa (hecho que ocultó a su esposa). Desde entonces él mismo se hacía llegar cartas que supuestamente se las mandaba su nieto a la abuela (su esposa). El nieto real decide volver a su hogar (en busca de dinero) pero el barco en el que venía naufraga. Balboa contrata a un imitador y hacedor de ilusiones benéficas (Mauricio) en conjunto con una linda muchacha (Isabel), para que finja ser el nieto perdido y “su feliz esposa” ante la abuela; los instruye y logra que den el pego.

Hasta  llega por sorpresa el malvado y verdadero nieto, que no ha muerto como se creía. Por fin, la abuela se entera del engaño, pero decide no comentarlo al imitador ni a la muchacha, como agradecimiento por los días felices que le han hecho vivir y, en definitiva, con el mismo objetivo que la pareja y la institución de Mauricio habían ido a realizar allí: hacer realidad ilusiones.